Hace casi dos décadas, el 24 de junio de 1990, la Selección Argentina dirigida por Carlos Bilardo conseguía una de las victorias más importantes y recordadas de la historia de los Mundiales: vencía 1 a 0 a Brasil con gol de Claudio Caniggia y lo eliminaba de la Copa del Mundo de Italia en octavos de final. Ese encuentro se jugó en el estadio Delle Alpi de Turín, con más de 61 mil espectadores.
El equipo argentino, que era el campeón del mundo después de la consagración en México 1986, fue ampliamente dominado por su archirival futbolístico, que tuvo muchísimas situaciones de gol, con tiros en los palos y goles errados en forma increíble. Pero a diez minutos del final, Diego Maradona, el mejor de todos los tiempos, le dio una asistencia con su sello a Caniggia, que gambeteó al arquero Claudio Taffarel y convirtió, con el arco vacío.
Con el correr de los años, llegarían las incomprobables versiones de los brasileños acerca del bidón con agua contaminada que, desde el banco de suplentes argentino, le habrían dado al lateral izquierdo Branco para perjudicar a éste y, por lo tanto, a todo su equipo. Esa acusación se parece más a un mito que a la realidad, ya que ni los propios brasileños hicieron una denuncia formal por ese tema.
Argentina contó con muchísima suerte en ese campeonato, ya que jugó muy mal y estuvo a punto de ganarlo pero, en la final contra Alemania Federal, el árbitro mexicano Edgardo Codesal cobró un penal que todavía se discute para los europeos, Andreas Brehme lo cambió por gol y la Albiceleste se tuvo que conformar con su segundo subcampeonato mundial.
Aquel cotejo contra los brasileños será recordado para siempre por los argentinos debido a que Brasil dominó ampliamente y, sin embargo, Argentina se lo ganó sobre el final y sin merecerlo. Claro, el fútbol no es pariente cercano de las matemáticas: dos más dos no siempre es cuatro, a veces gana el que no lo merece. Como dijo Dante Panzeri, es "la dinámica de lo impensado". Y Brasil ya lo sabe por experiencia propia...
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